11-VII-08
El cine, labor de equipo por excelencia, muchas veces inicia ese carácter colectivo a partir de un dúo, sea de director-guionista (los argentinos Torre Nilsson-Beatriz Guido, los mexicanos Arturo Ripstein-Paz Alicia Garcíadiego, el español Luis Buñuel junto al francés Jean Claude-Carriére…), sea de realizador-actor: duplas que logran desde que comienzan a trabajar unidos tal empatía, una “química” tan especial que devienen verdaderos matrimonios artísticos.
En este segundo caso descuellan Martin Scorsese dirigiendo a Robert de Niro, Pedro Almodóvar a Victoria Abril, Quentin Tarantino a Uma Thurman, Woody Allen a Scarlett Johansson (y bueno, a él mismo) y Tim Burton a Johnny Depp. De esta última combinación, que ha generado varios de los films más imaginativos e inquietantes de los últimos tiempos, puede apreciarse este mes un ciclo con seis películas en Cuba.
Digamos primeramente algo sobre ambos. También conocido por moverse ante las cámaras y por sus labores como productor, Timothy William Burton es uno de los autores más originales del Hollywood actual al crear un universo propio marcado por la mitomanía, el reciclaje cultural y un ingenio desbordante de gran impronta visual con personales historias, muchas de ellas teñidas de humor negro y significadas por el protagonismo de seres inadaptados, antihéroes de fácil identificación con su autor. Hijo de comerciante y ex jugador de béisbol, las biografías lo describen como un soñador que desde niño se nutría de cómics y antiguas películas de terror y fantasía, entre ellas las protagonizadas por su gran ídolo, Vincent Price, y disfrutando de las adaptaciones que Roger Corman hizo de uno de sus escritores favoritos: Edgar Allan Poe, algo nada difícil de suscribir si tenemos en cuenta que todo ello ha pasado a ser carne y sangre (hmm: ¡sobre todo ésta!) de su obra.
Respecto al actor, se ha ganado el respeto de crítica y público tras encarnar a un buen número de personajes inolvidables. Comenzó su carrera como ídolo para quinceañeras, pero superó esa etapa y demostró ser, sin lugar a dudas, uno de los mejores de su generación. Aunque nació en Kentucky, Johnny Depp se crió en Florida; en un principio iba para músico: formó parte de varios grupos de rock, y uno de ellos, The Kids, tuvo bastante éxito. No se interesó por el cine hasta algo más tarde, cuando su esposa en aquel tiempo le presentó al actor Nicolas Cage, quien le animó a intentar ser actor, de modo que debutó en 1984 con "Pesadilla en Elm Street / Pesadilla en lo profundo de la noche", donde daba vida a una de las víctimas de Freddy (años después, siendo ya una estrella, hizo un cameo en otra entrega de la saga); a aquel primer film siguieron otros, entre ellos el oscarizado Platoon de Oliver Stone, pero lo que realmente marcó su carrera y le convirtió en ídolo de adolescentes fue protagonizar durante cuatro temporadas la serie "21 Jump Street". Johnny volvió al cine en 1990 con dos trabajos que despertaron la atención de la crítica: "Cry-Baby" y, sobre todo, "Eduardo Manostijeras / El joven manos de tijera", justamente de Burton, que lo situó entre los nuevos actores más destacados de Hollywood.
A partir de entonces, entre director y actor se estableció una relación ininterrumpida hasta hoy, uno de esos “matrimonios” artísticos que ojalá de veras cumplan esa máxima que lee el presbítero a los de tipo carnal: hasta que la muerte los separe, pues indudablemente de tal colaboración han salido varios films memorables, que ahora pueden verse en las pantallas cubanas (cine La Rampa en La Habana, hasta el próximo miércoles).
Para comenzar desde el principio, "Eduardo…" se erige como una hermosa metáfora en torno a la diferencia, cualquiera que ella sea y por tanto, se aparte de la opresiva norma: Burton demuestra su clase en la regencia poniendo en cámara una historia desbordante de sensibilidad y altura filosófica, mientras Depp cautiva con ese personaje maldito, rebelde con causa que lucha a brazo partido por su lugar en el mundo que los otros le escamotean.
Luego vendría otra de las cimas como autor de Burton: "Ed Wood" (1994), afectivo biopic sobre la figura del denominado peor director cinematográfico de todos los tiempos. El film conseguiría dos premios Oscar, uno al maquillaje y otro para Martin Landau como mejor actor secundario por su encarnación de Bela Lugosi; sin embargo, Depp brilla de nuevo con su labor matizada y cuidadosa del energético y delirante cineasta, al cual la cinta brinda un cálido homenaje, extensivo a todos los que ponen empeño y dedicación a los sueños, al margen de sus resultados.
"La leyenda del jinete sin cabeza" (1999) llegó pletórica de efectos especiales, sobre todo visuales, pero no a la usanza de Hollywood (que los prioriza en detrimento de la diégesis) sino en función de un guión bien escrito y mejor plasmado escénicamente: resulta interesante, digamos, apreciar el clima fantasmal que Burton y su equipo logran tanto para el pueblo como para el bosque encantado que lo circunda, a partir de la utilización de colores apagados, supremacía de negros y grises, nieblas y música ideal para la ocasión. Las decapitaciones dan lugar a un perenne flujo de sangre, algo que fascina a Burton, quien intenta (y logra) en la resolución de los planos una búsqueda plástica, no sólo funcional, y mucho menos efectista, algo que incluye el trabajo de Depp, quien construye su personaje a partir de una (des)dramatización carente de solemnidad, pletórica de matices tragicómicos, muy a tono con la lectura posmoderna del autor.
No fue nueva la experiencia de este último con el animado cuando realizó "La novia cadáver" (2005) como quiera que junto a Chris Back había ideado la serie de este género "Family Dog" (1992), y producido y escrito un año después "Pesadilla antes de Navidad / El extraño mundo de Jack" (1993), dirigida por Henry Selick; en esta ocasión, Burton se muestra fiel a ese estilo que podríamos llamar “realismo fantástico”: con la ironía hasta en los propios trazos de los muñecos (uno de los cuales cuenta con la voz de Depp) asistimos nuevamente a esa mirada i(c)rónica, desajustada y caricaturesca del mundo real, en particular del “american way of life”. De ese mismo año, "Charlie y la Fábrica de Chocolate" acentúa la apuesta del realizador por la fantasía (para la cual introduce su habitual torrente de recursos en una imagen que deslumbra desde sus primeros fotogramas) al escamotear sutilmente el debate entre lo imaginario y lo real, lo primero inserto en lo segundo de forma natural.
Por último, "Sweeney tood: el barbero diabólico de la calle Fleet" (2007), versión del autor sobre una historia que viene rodando desde 1973 cuando el dramaturgo Christopher Bond la escribió en la línea de tragedia romántica, es ahora, y sobre todo, un deslumbrante “musical gore” (creo que así podríamos llamarlo legítimamente) con sus ecos de Jack el Destripador, la tradición broadwayniana y la propia continuidad de un Burton a quien ya sabemos fascinado por el más ácido humor negro, la sangre a borbotones (creo que en ningún caso anterior llegaba tan lejos) e inserto en ese tropo madre de la cultura occidental e incluso latinoamericana: el canibalismo. Nuevamente brilla su actor fetiche con un desempeño donde alterna admirablemente maldad y ternura, demonismo y humanismo.
Ciclo que nos enfrenta a dos artistas literalmente extraordinarios, recomendamos estos seis films con la certeza de que se trata de hijos prodigios de un matrimonio estético que ojalá continúe poblando el mundo del cine con ellos.
© Frank Padrón (Cuba)-NOTICINE.com
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