29-III-09
Por Jon Apaolaza
Ha muerto, víctima de un cáncer que se le detectó el pasado año, el fundador y director del Festival de Cine de Huesca (España), José María Escriche, gran profesional y mejor persona. La noticia ha causado una honda impresión en todos los que le conocimos, una emoción aún más profunda cuando hace apenas 48 horas quien esto escribe tuvo la oportunidad de hablar con él por teléfono para invitarle a participar en un próximo evento.
Pepe Escriche fue capaz de convertir lo que nació en una de las capitales españolas con menor número de habitantes como un pequeño certamen fundado junto a otros amigos de la Peña Zoiti, en uno de los más importantes certámenes de su especialidad en Europa. Sin embargo, este enorme esfuerzo coronado por el éxito queda pequeño comparado con la dimensión humana de quien logró acumular durante décadas verdaderos amigos en todo el mundo, gente que a estas horas debe tener un gran nudo en la garganta y un enorme dolor por su pérdida.
La vida ha tenido pocos amantes mejores que Escriche. La disfrutó y la compartió con generosidad. Su terquedad aragonesa, apoyada por sus amigos y compañeros del festival, Lázaro, Alberto, Angel, Domingo... le ayudó a ubicar al festival oscense entre los mejores. Amaba al cine y a los cineastas. Colaboró en la difusión y el descubrimiento de muchos de ellos, e hizo posible que en una ciudad sin apenas salas se vieran obras que de otro manera hubieran quedado inéditas.
Pero insisto en que esta encomiable labor quedó superada por su generosidad personal, el apoyo que siempre dispensó a sus amigos, los consejos y las enseñanzas que nos dio. Pienso que Pepe estaba sobre todo orgulloso de haber abierto su puerta y compartido mesa y copas con gente de todas partes, de haber amanecido en Guadalajara, Morelia o Berlín rodeado de cómplices que compartían su pasión por el cine y la vida.
Hace sólo dos días le llamé, después de mucho tiempo sin saber de él, para darle una buena noticia personal, e invitarle a participar en su puesta en marcha. Por esa conversación supe de su cáncer, que le habían detectado en el otoño del año pasado y pensaba tener dominado. Le noté debilitado por la quimioterapia, pero cargado de esperanzas. O quizás quiso que yo lo sintiera así...
Ahora no puedo menos que recordar con cariño nuestros paseos por los alrededores de Huesca, cuando tuve el honor de ser jefe de prensa de su festival, nuestras charlas, las cervezas al mediodía, y durante el festival, los encuentros en su despacho, siempre abierto a todos los invitados, que no hacían sino ampliar su larga lista de futuros amigos. La huella que Pepe Escriche ha dejado en nuestros corazones nos acompañará el resto de nuestros días. Nos hizo mejores personas y la única manera de saldar esa deuda será intentar seguir sus pasos.
© NOTICINE.com
Por Jon Apaolaza
Ha muerto, víctima de un cáncer que se le detectó el pasado año, el fundador y director del Festival de Cine de Huesca (España), José María Escriche, gran profesional y mejor persona. La noticia ha causado una honda impresión en todos los que le conocimos, una emoción aún más profunda cuando hace apenas 48 horas quien esto escribe tuvo la oportunidad de hablar con él por teléfono para invitarle a participar en un próximo evento.
Pepe Escriche fue capaz de convertir lo que nació en una de las capitales españolas con menor número de habitantes como un pequeño certamen fundado junto a otros amigos de la Peña Zoiti, en uno de los más importantes certámenes de su especialidad en Europa. Sin embargo, este enorme esfuerzo coronado por el éxito queda pequeño comparado con la dimensión humana de quien logró acumular durante décadas verdaderos amigos en todo el mundo, gente que a estas horas debe tener un gran nudo en la garganta y un enorme dolor por su pérdida.
La vida ha tenido pocos amantes mejores que Escriche. La disfrutó y la compartió con generosidad. Su terquedad aragonesa, apoyada por sus amigos y compañeros del festival, Lázaro, Alberto, Angel, Domingo... le ayudó a ubicar al festival oscense entre los mejores. Amaba al cine y a los cineastas. Colaboró en la difusión y el descubrimiento de muchos de ellos, e hizo posible que en una ciudad sin apenas salas se vieran obras que de otro manera hubieran quedado inéditas.
Pero insisto en que esta encomiable labor quedó superada por su generosidad personal, el apoyo que siempre dispensó a sus amigos, los consejos y las enseñanzas que nos dio. Pienso que Pepe estaba sobre todo orgulloso de haber abierto su puerta y compartido mesa y copas con gente de todas partes, de haber amanecido en Guadalajara, Morelia o Berlín rodeado de cómplices que compartían su pasión por el cine y la vida.
Hace sólo dos días le llamé, después de mucho tiempo sin saber de él, para darle una buena noticia personal, e invitarle a participar en su puesta en marcha. Por esa conversación supe de su cáncer, que le habían detectado en el otoño del año pasado y pensaba tener dominado. Le noté debilitado por la quimioterapia, pero cargado de esperanzas. O quizás quiso que yo lo sintiera así...
Ahora no puedo menos que recordar con cariño nuestros paseos por los alrededores de Huesca, cuando tuve el honor de ser jefe de prensa de su festival, nuestras charlas, las cervezas al mediodía, y durante el festival, los encuentros en su despacho, siempre abierto a todos los invitados, que no hacían sino ampliar su larga lista de futuros amigos. La huella que Pepe Escriche ha dejado en nuestros corazones nos acompañará el resto de nuestros días. Nos hizo mejores personas y la única manera de saldar esa deuda será intentar seguir sus pasos.
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