25-III-08
El guionista Rafael Azcona, autor de los guiones de varios de los grandes clásicos del cine español, falleció a los 81 años de edad, dejando un legado difícil de igualar. Su deceso se produjo el pasado lunes, pero su fallecimiento se hizo público este martes.
A los 81 años de edad, murió Rafael Azcona, "uno de los más importantes referentes de la cinematografía española de todos los tiempos", tal como ha expresado por medio de un comunicado la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE), que acreditaba 85 obras del guionista, así como los guiones de las series "Desastres de la guerra", "La mujer de tu vida" y "El repelente niño Vicente".
Nacido el 24 de octubre de 1926 en Logroño (La Rioja), es autor de los guiones de algunas de las películas más relevantes del cine español: "El año de las luces", "Ana y los lobos", "Ay Carmela", "Belle epoque", "El bosque animado", "La Corte del faraón", "El divorcio que viene", "Escopeta nacional", "Le grande Bouffe", "La lengua de las mariposas", "La niña de tus ojos", "Moros y cristianos", "Nacional III", "Patrimonio nacional", "El pisito", "Plácido", "La prima Angélica", "La vaquilla" o "El verdugo".
Ganador de nueve Premios Goya y distinguido con el Premio Nacional de Cinematografía en 1982, trabajó con realizadores como Luis García Berlanga, Carlos Saura, Marco Ferreri, Fernando Trueba, José Luis Cuerda, José Luis García Sánchez o Antonio Giménez-Rico.
Azcona sufría cáncer de pulmón, y sus restos fueron incinerados el martes siguiendo sus instrucciones, de acuerdo a la información otorgada a distintos medios por su esposa.
Recordando su trabajo, Angeles González-Sinde, presidenta de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España, dijo por medio de un comunicado: "Dentro de los oficios del cine, el de guionista es, sin duda, el que presenta más dificultades, pues consiste en hacer cine a ciegas, en pintar sin pinceles. Rafael Azcona fue un maestro en ese arte especulativo dictando los más precisos manuales de instrucciones para hacer obras maestras. Fue un extraordinario observador del comportamiento humano, magnífico y cuidadoso retratista de nuestras contradicciones, grandezas y miserias. Pero además lo hizo desde un estilo personal que jamás fue ‘a la manera de’ sino a la de su propia voz. Esa voz que escarbaba y bebía de lo más puramente español, lo más distintivo y valioso de nuestra cultura y sociedad. Como Goya, Buñuel o Cervantes, supo expresar e investigar en todo aquello de lo que generalmente nos avergonzamos, con una gran capacidad para el humor en circunstancias no siempre favorables".
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