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INTERNACIONAL

Murió Dith Pran, personaje real de “Los gritos del silencio”

2-IV-08

Por Alberto Duque López

Decir que hace poco un hombre de 65 años llamado Dith Pran murió en un hospital de Nueva Jersey, no sirve de nada, porque, con toda seguridad, pocos lo recordarán presentado así. Pero, si decimos que acaba de morir el personaje de la vida real que acompañó como fotógrafo, amigo, cómplice, salvador e inspirador al reportero Sydney Schanberg enviado del New York Times a cubrir la salvaje y desigual guerra de Camboya, ese hombre bajito, delgado, astuto y paciente que conoce las debilidades y gustos del enemigo y consigue que su compañero, el americano ambicioso y excelente periodista pueda sobrevivir, es decir, el personaje que aparece en una de las mejores películas sobre la guerra, “Los gritos del silencio”, entonces todos sabrán quién acaba de morir.

Pocos personajes del cine conmueven tanto y en 1984, cuando la película dirigida por Roland Joffé se estrenó, millones de espectadores debieron sollozar en la oscuridad cuando, después de varios años de búsqueda desesperada de ese amigo camboyano que se quedó en la selva, por fin se reencuentran y entonces la banda sonora nos permite disfrutar de una de las canciones de amor y amistad más hermosas de todos los tiempos, “Imagine”.

Para comprender el significado político, cultural y humano de Pran, hay que recordar su historia, antes y después de conocer a Schanberg. Nacido el 27 de septiembre de 1942, en Siem Reap, al noroeste de Camboya, junto a los enormes templos de Angkor, en una familia de seis hijos, aprendió francés e inglés, trabajó como intérprete de la misión militar norteamericana en Camboya por cinco años hasta cuando se interrumpieron las relaciones entre los dos países en 1965.

Mientras la guerra de Vietnam se tomaba las fronteras y el Khmer Rouge cobraba más poder, Pran conoció en 1972 a quien se convertiría en la estrella del periodismo que cubría la contienda, Sydney Schanberg, del New York Times. Los dos hombres simpatizaron y se complementaron en sus peligrosas misiones, convirtiéndose en un equipo formidable que logró algunas de las más grandes primicias sobre una guerra cada vez más salvaje.

Lo curioso es que el joven nativo desarrolló un instinto para saber dónde estaban los personajes y las noticias claves de la guerra, y contribuyó a que su amigo lograra uno de los mayores triunfos periodísticos, al convencer a los tripulantes de una embarcación que los llevara hasta el sitio del río Mekong donde un avión norteamericano B 52, por error, había bombardeado una pequeña aldea, hiriendo y matando a más de 500 campesinos. Al mismo tiempo contrató otra embarcación para que los llevara de vuelta y poder enviar los textos y las fotos a Nueva York.

El 17 de abril de 1975, cuando el Khmer Rouge se tomó la capital de Phnom Penh, los dos amigos con otros corresponsales extranjeros fueron capturados por una patrulla que los insultó, golpeó y alineó para fusilarlos. Fueron introducidos en un tanque, menos Pran, a quien desde el interior del vehículo, asustados, los otros escuchaban discutir en camboyano con sus enemigos, creyendo que rogaba por su propia libertad. De pronto, se abrió la escotilla del tanque y el pequeño hombre fue arrojado con ellos. Lo que había pedido a sus captores, era que no lo soltaran, que prefería seguir detenido con ellos. Recordando ese episodio, Schanberg diría que su amigo sabía que si se marchaba los otros estaban perdidos. Por eso se quedó con ellos. Después logró la libertad de todos.
Los periodistas extranjeros se refugiaron en la embajada francesa. En la oscuridad, Schanberg logró que Pran entrara y durante varios días intentó camuflarlo con un pasaporte europeo falso pero, al final, los extranjeros tuvieron que evacuar y el amigo camboyano quedó a la deriva. En Nueva York, contaría el periodista después, nunca pudo dormir pesando en el amigo abandonado.

Pran vivió un auténtico infierno bajo el gobierno del Khmer Rouge, que abolió todas las religiones, separó las familias, convirtió las ciudades en campos de concentración, cerró hospitales y escuelas, asesinando a quienes habían tenido contactos con extranjeros. Sobrevivió como pudo, trabajando de todo, se alimentó con insectos y ratones hasta cuando fue capturado una noche por robar arroz crudo. Condenado a muerte, se salvó por un verdadero milagro. Hasta 1979, cuando Vietnam invadió Camboya, destronó el régimen del Khmer Rouge y el personaje regresó a su aldea, todos los creían muerto. Se encontró con que el padre había muerto de hambre. Tres hermanos y una hermana, ejecutados, y unos pocos parientes, sobrevivieron.

Una mañana, dos mujeres lo llevaron al bosque cercano y contempló el espectáculo macabro de una larga extensión de hierba, árboles, cercas y troncos cubiertos por huesos humanos de, por lo menos, 5.000 víctimas ejecutadas. Entonces, cruzó la frontera y se refugió en Tailandia.

Por supuesto, no sabía que en 1976 su amigo había recibido el premio Pulitzer por sus reportajes de la guerra de Camboya y que durante la ceremonia, Schanberg, con lágrimas, le había ofrecido el galardón a distancia.

Tampoco supo, entonces, que el 20 de enero de 1980, el Magazine del NY Times publicó un reportaje titulado “Muerte y Vida de Dith Pran” en el que su amigo reconstruía con fechas, lugares y nombres la relación que sostuvieron los dos amigos en medio de la guerra. Era la historia de una amistad pero, también, el recuento de la agonía de todo un pueblo, olvidado del mundo mientras los ojos estaban enfocados en el vecino Vietnam. Millones de lectores en el mundo entero descubrieron entonces el hermoso personaje del asistente y amigo camboyano, el que expuso su vida para salvar a varios periodistas extranjeros, y compartieron la agonía desesperada de Schanberg porque había perdido su rastro, porque no había sido capaz de protegerlo y salvarlo, porque lo abandonó en medio de ese infierno.

Durante esos cinco años, Pran fue dado por muerto. Uno de los siete millones de camboyanos que murieron ejecutados o víctimas del hambre y las epidemias, gracias a la operación devastadora del Khmer Rouge.

El reportaje de ese enero sirvió para provocar importantes situaciones. Pran fue localizado en ese campo de refugiados tailandés, Schanberg voló a reencontrarse con su amigo y salvador; el director Roland Joffé se inspiró en ese texto para filmar su obra maestra, “Los gritos del silencio”, que culmina con esa emotiva escena, remarcada por la canción de John Lennon. Otro refugiado camboyano, Haing S. Ngor, interpretó al valiente asistente y ganó un Oscar.

Pran se radicó en Estados Unidos, trabajó un tiempo como fotógrafo del New York Times y durante todos estos años se dedicó a denunciar y comprobar los horrores cometidos por el Khmer Rouge contra su pueblo. Ngor murió en 1996 al ser asaltado y golpeado en la calle y el líder Pol Pot, responsable de las matanzas en Camboya, aparentemente se suicidió en 1998 cuando se alistaba a responder por sus crímenes ante un tribunal internacional, gracias a los esfuerzos de Pran.

En una de sus últimas entrevistas con la prensa, el valiente personaje, obsesionado con el martirio de su pueblo, expresó: "No hay doctor ni medicina que me curen, que me alivien…Pero sé que hay alguien que está peor que yo…Pol Pot, está más enfermo que yo porque creía en la necesidad de matar a los adultos, matar a los niños de hambre…Los dos llevamos el horror en nuestras cabezas y nuestras almas…En Camboya, el verdugo y la víctima sufren la misma enfermedad".

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1 comentario:

Miguel dijo...

Hola, ya está aclarado. Yo suponía que queriais decir que el que había muerto era el personaje real. El problema está en que en vuestro artículo anterior a éste, decís que el personaje real se interpretó así mismo, y esto no es verdad, le interpretó Haing S. Ngor.
Un abrazo
Miguel