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HOLLYWOOD

Estreno: "Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal", diversión en bruto

22-V-08

Por Alberto Duque López

Con el lenguaje, los colores y el humor inocente de los años cincuenta arranca esta cuarta película de Steven Spielberg, George Lucas y Harrison Ford, sobre el héroe, antropólogo (varios profesionales de este oficio han condenado las prácticas nada ortodoxas de nuestro personaje alrededor del mundo, descalificándolo), aventurero y soñador que una vez más se enfrenta a las fuerzas del Mal: en una carretera polvorienta, solitaria y nostálgica de Nevada, en el corazón del desierto, en pleno 1957, dos parejas de muchachos rebeldes en un ostentoso, brillante y ruidoso convertible juegan a tomarle ventaja a un convoy militar que avanza hacia una base secreta norteamericana.

Los chicos, por supuesto ganan la carrera, felices, mientras los militares se aproximan a la base, matan a los guardias y entran. Sí, los invasores son enemigos. Son rusos, encabezados por una señora vestida de negro y un verdugo sin humor. Sí, cuando la cacería de rojos no termina en Estados Unidos, estos rusos se han tomado la que se considera el corazón de los experimentos nucleares y para lograr el mayor éxito en su operación, destapan sus cartas: en el baúl de uno de los vehículos aparece, golpeado y humillado y preocupado, él, el profesor Jones, 19 años después, más ingenuo y despreocupado que nunca.

Entonces el espectador se siente incómodo. Hay un tono de auto-parodia en la película, los rusos hablan un inglés espantoso, Indiana está aburrido y todos los personajes parecen de cartón. Quieren que los ayude a encontrar una ciudad levantada en oro. Cuando el espectador impaciente piensa que, no, otra vez de lo mismo, no, no puede ser, entonces Indiana utiliza el látigo, su agilidad conservada, su destreza y su sentido común y se libera. Tranquilos, Indiana está de regreso, el mismo Indiana, cargado de nostalgias y dispuesto a luchar y vencer e impedir que los malos triunfen. Tranquilo, la fórmula, como la de cierta bebida gaseosa oscura, está a salvado, en las mejores manos.

Es que las frases utilizadas por Steven Spielberg a propósito de su nueva aventura, resumen bien las intenciones de una película que desde este jueves (en realidad, desde la víspera por la noche porque las funciones comenzaron anticipadamente en muchos países) mantiene a los espectadores de casi todo el mundo sumergidos hasta el fondo en la oleada de Indimanía a raíz del estreno de “Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal”.

“Esta es simplemente una actividad recreacional, pura diversión, puro entretenimiento, que nadie se equivoque sobre nuestras intenciones de retomar una franquicia que 19 años después espero que siga interesando a una nueva generación de espectadores que, con toda seguridad, se emocionará como sus padres con este personaje que todos queremos tanto”, dice el director.

Y para que todo quede claro, Harrison Ford dijo ante centenares de periodistas en Cannes: “No hago películas para los críticos, las hago para la gente. No tengo, por tanto, miedo a su reacción. Esta película es simplemente un homenaje al disfrute del cine, en su estado más simple, más elemental”.

Cada uno tiene su versión, su comentario, su reacción ante una película que tiene muy pocos efectos digitales, que está contada a la manera clásica, sin sobresaltos en el tiempo ni el espacio, que le entrega al espectador, aún a los que están educados en el lenguaje frenético contemporáneo, el tiempo suficiente para que piense, digiera la historia, se acomode a los personajes, participe de la acción y, como dicen director y actor, se entregue al goce físico, sin especulaciones.

Alguien dice que esta cuarta película de la saga supone un bajón con respecto a la mítica trilogía, que las escenas de acción son geniales; que la historia (firmada por David Koepp, el responsable de 'La guerra de los mundos') que las extiende está muy por debajo de cualquiera de las películas anteriores. No, no es así y ante esos reparos, George Lucas responde: "No nos hemos fijado en nada y en nadie. Simplemente hemos seguido nuestro propio modelo. Al fin y al cabo, el original es nuestro", y Spielberg, justificando los 19 años de espera comenta: "La película ha salido adelante cuando todos estuvimos de acuerdo en el guión adecuado. Ni más ni menos".

De modo que ha regresado el arqueólogo de sombrero, botas, brújula y látigo que detesta las serpientes, es impaciente hasta con el anciano padre y debe enfrentarse a los rusos encabezados por una maléfica mujer, “una mala malísima” llamada Irina (Cate Blanchett, casi irreconocible), mientras soporta la cacería que, por sospechoso, le monta el gobierno federal y debe apoyarse en otro aventurero como él, pero más joven, Mutt (el promisorio Shia LaBeouf), quien le propone el plan más descabellado y peligroso: encontrar la calavera de cristal de Akator, un objeto que produce “fascinación, superstición y temor” y conduce a inmensos tesoros al otro lado del mundo.

Se marchan al Perú y comienzan sus dolores de cabeza, entre ellos, un "contacto en la tercera fase", quizás la parte menos inteligente de la película pero se entiende como un auto homenaje, la reaparición de su primer amor (Karen Allen) y la revelación de la existencia de un hijo secreto. Los puristas saltan porque, al descubrir que Indiana habla quechua el joven le pregunta dónde lo aprendió y el héroe responde con el mayor de los disparates: “Lo aprendí con Pancho Villa”. Mala asesoría del guionista.

Durante estos días de estrenos, lanzamientos, entrevistas y polémicas, el más feliz es Ford, relajado porque su edad -65 años- mantiene la credibilidad del personaje, protagoniza casi todas las escenas de acción y afirma que "que es frecuente que una película tan popular como esta sea despreciada por algunos, pero lo importante son las personas que compran su entrada. Para ellos trabajo". Dicen que le pagaron 30 millones de dólares por su trabajo y además, un porcentaje sobre las entradas.

Bueno, ya el lector adivinó: según Lucas no descartan una quinta parte, que tendría como protagonista a este "bastardo" que acaba de aparecerle a "Indi" (Shia LaBeouf), y el propio Harrison Ford asumiría un papel semejante al de su padre (Sean Connery) en la tercera.

La película, es, pues, puro entretenimiento. Con las hormigas devoradoras, con las tres caídas en las cascadas, con ese John Hurt despistado, con esa Karen Allen todavía enamorada de Indiana, con las escenas de persecución que son estupendas, entretenidas, llenas de humor negro y referencias personales, con ese muchacho idéntico a Marlon Brando con su moto y su gorra y su ropa de cuero, con las escenas de la explosión nuclear en ese pueblo de mentira como una metáfora hermosa de los peligros que la ciencia y los militares, unidos, encierran para el ser humano, con esa fuga de Indiana en el interior de una nevera, en fin, la película no descansa ni el héroe reposa ni el espectador deja de maravillarse con esta película que recupera uno de los fundamentos del cine, ¿o no?, el entretenimiento, así no más, diversión, gozo, alegría, aventura. Y que nos perdonen los seguidores del Dogma.

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